miércoles, 4 de abril de 2012

Los Presupuestos Generales del Estado para 2012

Tras la presentación de los PGE para 2012 en
el Congreso, la sensación que nos queda es de desasosiego. La realidad de la
economía española es cruda, muy cruda, y verlo plasmado en unas cuentas, con ese
realismo es muy duro.
Tras 100 días de Gobierno del Partido Popular,
caracterizados por el mayor impulso reformista de la democracia, creo que hay
pocos españoles que no sean conscientes de la cruda realidad (al margen de los
sindicalistas y la izquierda más rancia y oportunista, claro). Y esa realidad
se describe como un país ahogado por las deudas, con una credibilidad mermada
tras años de políticas erráticas y equivocadas, -centradas en la negación de la
evidencia y en la utilización de las instituciones en beneficio propio-, y con
muy poco margen de maniobra a corto plazo.
Los PGE presentados por el Gobierno reflejan
exactamente esa realidad y se marcan como objetivo prioritario la reducción del
déficit público hasta el 5,3% del PIB en 2012. Esta cifra no es ni más ni menos
que fruto de los compromisos alcanzados con nuestros principales socios, a la vez
nuestros principales acreedores. Esta es la cifra que nos exigen para seguir
prestándonos dinero y eso, desgraciadamente, es lo que los más críticos con los
PGE pasan, demagógicamente, por alto: para devolver nuestras deudas tenemos que
pedir más dinero prestado. Para soportar nuestro Estado del Bienestar, tenemos
que pedir dinero prestado. Y así sucesivamente.
Y el que tiene la posibilidad de prestar ese
dinero es el que pone las condiciones. Guste o no.
No entro ahora en si ese 5,3% es mucho o
poco. Es a lo que nos hemos comprometido. Y es lo único que nos permitirá por
un lado, seguir recibiendo dinero de los acreedores y, por otro, reducir el
coste de esos préstamos.
Con este punto de partida, las alternativas
del Gobierno son muy pocas. Puede actuar sobre los costes, sobre los ingresos o
sobre ambos. Y debe hacerlo manteniendo un complicadísimo equilibrio entre la
austeridad y el crecimiento.
El primer problema con que se enfrenta el
Ejecutivo es el importe de dinero comprometido, lo “intocable”: Pensiones, desempleo
e intereses de la deuda. En conjunto, estas partidas alcanzan el 50% del total
de gastos del Estado. De estos, los intereses de la deuda alcanzan casi el 14%
del total. De ahí la importancia que tiene reducir el coste de la misma y la
única forma de hacerlo es ganar credibilidad, recuperar la confianza perdida.
En el caso del desempleo, además del drama
humano que supone, representa el 9% del total de gastos, por lo que reducirlo
se convierte en un objetivo clave.
Si estas partidas son “intocables”, se tiene
que actuar sobre el resto para poder recortar la cantidad necesaria para llegar
a esa cifra de 5,3% de déficit sobre PIB. Y ese recorte, en término medio se ha
cifrado en un 16,9% del gasto de cada Ministerio. Aquí es donde empiezan las
discusiones. ¿Es correcto el reparto asignado?, ¿Se puede hacer de otra
manera?, ¿se podría incidir sobre el ingreso?…
Está claro que los PGE van a provocar una
profunda desaceleración de nuestra economía en 2012. A corto plazo, no contribuyen
a generar empleo, más bien al contrario. Pero hay que ver los PGE en conjunto con
el resto de reformas llevadas a cabo por el Gobierno en estos 100 días, especialmente
la Reforma Laboral y la reforma del Sector Financiero y con otras iniciativas,
como el proyecto de pago a proveedores. Sin estas medidas, los PGE me parecerían
un suicidio. Sin embargo, en conjunto, creo que son razonables y objetivos aunque
muy duros.
En cuanto a los recortes llevados a cabo, los
que menos me gustan son los aplicados a la I+D+i y en la Educación. Sin embargo,
y por dar una nota de optimismo, no me preocuparían tanto si los recortes
fueran acompañados de medidas de racionalización de esas partidas. Hacer “más
con menos” es posible. Se puede cambiar gasto por inversión, copiar modelos de
otros países donde funciona mejor el sistema de ayuda a la I+D y donde se
obtiene más rentabilidad por cada euro invertido en proyectos. Pero es cierto que
si queremos cambiar nuestro modelo
productivo, no se puede escatimar en estos conceptos. Pero ojo, eso no
significa “regar el patio” sino hacerlo con criterio y sentido de responsabilidad.
En definitiva, no importa tanto la cantidad como la calidad.
Desde mi punto de vista, la máxima de “cuanto
más se gasta mejor”, no es cierta. El recorte, ministerio a ministerio, será
bueno si se aplica con rigor y, sobre todo, si se aprende a ser más eficiente.
Y creo que esa es la clave para este 2012. Espero ver medidas de ahorro en el
gasto no productivo. Racionalización de edificios, eliminación de gastos
superfluos, reducción de cargos, etc, es decir, medidas que permitan mantener el
nivel de inversiones e incluso mejorarlos. Dentro de poco se verá si los
ministros designados fueron elegidos por su condición de “políticos” o la de “gestores”.
En cuanto a las partidas de ingresos, las que
afectan al Impuesto de Sociedades son bastante razonables. Habrá que ver el
efecto en términos de recaudación, pero sobre el papel es positivo. Sobre los
impuestos especiales tengo serias dudas de que generen mayor recaudación. Con respecto a la amnistía fiscal, estoy a
favor, siempre que se den una serie de condiciones. Podéis ver mi opinión en el
siguiente vídeo. http://bit.ly/HUGsEI
De momento, no hay subida del IVA.
Para compensar la austeridad, la principal
acción llevada a cabo por el Gobierno hasta la fecha es el plan de pago a proveedores.
Estoy convencido que de aplicarse correctamente, tendrá un impacto muy positivo
en la reactivación de la economía, pero ojo, es fundamental que ese dinero
llegue efectivamente a quien va destinado: a los proveedores de la administración
que acumulan retrasos en los pagos insoportables.
El aumento de la deuda hasta niveles próximos
al 80% del PIB refleja estas cantidades así como parte de la restructuración del
sector bancario. Si somos capaces de transmitir confianza y mantener el coste
de financiación moderado, todavía tenemos margen de crecimiento en esta variable,
manteniéndonos por debajo de los límites considerados “peligrosos” (90%). Este
es el “colchón” que deberíamos aprovechar para tratar de estimular la economía
y reducir así la variable más dramática de la misma: el paro.
Hay mucho por hacer. La tarea sigue siendo
ingente. Pero creo que por lo menos el Gobierno tiene unas ideas bastante
claras y una hoja de ruta que seguir. Si es la adecuada tardaremos unos meses
en comprobarlo. De momento, como padre de familia, como empresario y como
gestor de patrimonios, hoy veo un futuro mejor que hace seis meses, aunque a
corto plazo seguirá siendo muy duro.