lunes, 7 de junio de 2010

Ha quedado demostrado que es difícil añadir valor

1. La crisis ha supuesto un punto de inflexión para la gestión de activos. No todas las gestoras han estado, o han podido estar, a la altura de la circunstancias. ¿Qué lectura podemos extraer de estos complicados tres años?

En estos tres años se han puesto de manifiesto aspectos que afectan a toda la industria de gestión de activos. Esta actividad ha dejado de ser estratégica para muchos jugadores, los márgenes se han reducido sensiblemente, ha aumentado la competencia y se ha demostrado que es muy difícil añadir valor.

La primera consecuencia es la aceleración del proceso de concentración como ponen de manifiesto las operaciones llevadas a cabo, la última, la compra de GLG por parte del grupo Man.

En España, las perspectivas del sector son sombrías. A las consideraciones comentadas se unen otras estructurales. En primer lugar, el reducido tamaño de las gestoras actúa como una losa en términos de eficiencia (el tamaño medio de nuestros fondos apenas alcanza el 30% de los europeos y menos del 10% de los americanos). La normativa interna impide competir internacionalmente al no permitir usar cuentas globales (ómnibus). Existe una manifiesta falta de valor añadido (garantizados, monetarios y renta fija a corto plazo representan más del 73% del total) lo que lastra su competitividad en un entorno cada vez más global y sofisticado.

Por todo ello no es de extrañar que algunas entidades hayan colgado el cartel de “se vende” en sus unidades de gestión, o dicho de forma más sutil, hayan declarado las mismas como “no estratégicas”.

La crisis acelerará el proceso de concentración (obvio si tenemos en cuenta la situación de las Cajas) y entre las supervivientes, veremos un esfuerzo por posicionarse en el nuevo entorno.

En este sentido surgirán dos tendencias: Gestoras que buscan tamaño, contando para ello con la mayor gama posible y otras que buscan especialización (en activos, zonas geográficas o estrategias). En ambos casos será necesario contar con una masa crítica mínima que permita competir en un entorno cada vez más competitivo.

2. ¿Cree que la gestión pasiva tiene los días contados?

La gestión pasiva en producto tradicional (indexación) no tiene sentido por la competencia de otras figuras más eficaces (ETFs o derivados en general): La única razón de ser de fondos de gestión pasiva en nuestro país es la fiscalidad del fondo en comparación con la del ETF. En el primero no se tributa hasta que se reembolsa gracias al traspaso mientras que en el ETF no cabe este. Es exclusivamente una cuestión de precio y de eficiencia operativa en la que el ETF saldrá siempre ganando. Por tanto, efectivamente, no creemos que la Gestión Pasiva vía fondo tradicional tenga mucho sentido.

Desde el punto de vista de la gestión de carteras es otra cuestión ya que siempre habrá lugar para la utilización de productos indexados para replicar índices o activos sobre los que hay pocas posibilidades de añadir valor con la gestión activa.

3. Pero no toda la gestión activa es igual... ¿dónde está el verdadero valor?

El valor de la Gestión Activa está en saber sacar provecho de las distintas circunstancias que se dan el mercado. Saber adaptarse es clave para triunfar en el mundo de la gestión y además hacerlo de forma consistente.

4. ¿Cómo podemos medir la consistencia de una gestora de fondos? ¿En qué se fija Tressis para decidir si una gestora es "buena", "regular" o "mala"?

En Tressis exigimos dos tipos de condiciones a las gestoras para incluirlas dentro de nuestras recomendaciones.

Las primeras son de tipo “cuantitativo”: Buscamos consistencia “estadística”, es decir, demostrar con números la calidad de la gestión. Historia, rentabilidades (en periodos cortos, medios y largos), tamaño mínimo o costes son requisitos imprescindibles.

Los segundos son de tipo “cualitativo”, principalmente lo que se refiere a la operativa, la transparencia, la información y el acceso a la misma, la accesibilidad a los gestores o especialistas de producto, la estabilidad de los equipos, contar con recursos necesarios y, sobre todo, un correcto y exhaustivo control de riesgos.